NUESTRA CUENTA ATRÁS...

miércoles, 10 de octubre de 2012

3000 OBSTÁCULOS


Sacar una chirigota es una carrera de fondo, mejor dicho, una carrera de obstáculos donde hay que estar muy preparado para ir sorteando cada una de las vallas, no caerse, y, si se tropieza, tener la fuerza y voluntad de levantarse y continuar. Digo esto, porque cada grupo que participa en el carnaval de nuestro pueblo se verá identificado, en mayor o menor medida, con algunas de vivencias y/o experiencias que voy a intentar transmitiros a continuación.

Arranca la carrera con ilusión y nerviosismo, todos estamos en la línea de salida con fuerzas pero con la preocupación de que la meta queda lejos y las piernas están frías. Pero ahí vamos, con toda la pista para nosotros y con la alegría de una nueva competición. Pero amigo, ahí se ve la primera valla: el tipo. ¿De qué vamos este año? ¿de qué podemos disfrazarnos que no haya salido ya y que sea gracioso, cercano y, de aquí, de Huelma? Poner de acuerdo a todos es complicado, muy complicado, pero es necesario llegar al consenso para continuar corriendo y, además, manteniendo la ilusión que teníamos en la salida. En ese momento, nos toca a los autores avanzar en la carrera.

Al frente la segunda valla, esta es la mejor de todas: el pasodoble de medida. Con lo frescos que venimos, la carrera está recién empezada, este obstáculo es el que se afronta con más fuerza y ganas y el que se suele pasar con mayor holgura. Detrás el grupo que viene apretando y nosotros seguimos adelante.  Miramos de reojo atrás y vemos a Manolo que ya viene hacia nosotros, pisándonos los talones y como una locomotora. La siguiente valla, la del escenario, la tiene que pasar él primero. Si la salta, la saltamos todos. Si tropieza y la derriba, no tarda ni medio segundo en ponerse en pie y retomar la marcha antes de que al resto nos dé tiempo a reaccionar.

El tiempo corre y los obstáculos se nos vienen encima: presentación,  planteamiento en la confección del disfraz, cuplés, estribillo,… todos los vamos pasando, con fuerza, con alguna indecisión y con toda la energía del mundo. ¡Estamos en la primera vuelta todavía! pero… amigo mío, el primer paso por el foso está ahí y no podemos esquivarlo. El popurrí.  ¡¡Cuántas veces hemos caído de bruces en el charco!! Menos mal que los compañeros, lejos de aprovecharse de la situación, nos tienden la mano para levantarnos. El foso es el foso, un muro que se levanta ante nosotros,  y como no entres bien en la batida, sepas tocar la valla con el pie adecuado y sepas caer al agua con el apoyo óptimo, puedes dañarte tanto que estés fastidiado en todo lo que queda de carrera.

Pero bueno, seguimos en pista con varias vueltas por delante. El cansancio empieza a hacer mella en nosotros, pero el saberse cada vez más cerca de la meta de febrero hace que toda fatiga se sintetice en adrenalina carnavalera que nos da esa fuerza inexplicable que nos hace continuar.

Notas, trastes, punteos, percusión, voces, afinación, letras, coreografías, tipo-tipo, escenario, detalles,… vallas, vallas y más vallas que cada vez nos parecen más altas y, cómo no, el foso en cada vuelta.  Esa pared que, paradójicamente, cuanto más alta y dificultosa se presenta más placer da saltarla conforme avanza la carrera.

Ultima vuelta. Haya como haya ido la carrera aquí toca correr todo lo que se pueda y más. Se olvida el desgaste de los metros recorridos y ya solo se piensa en la meta. Todos los que hemos participado nivelamos fuerzas y compensamos posiciones (aunque haya alguno que todavía se esté levantando del charco o reponiéndose de alguna valla derribada). Febrero está al final de la pista y la meta, el clamor del estadio, bien compensa los esfuerzos realizados. Es ahí, en el suelo, exhausto, sin aliento, escuchando los aplausos cuando miras al cielo y piensas… ¡qué mérito tiene Sebas Martos!

Pepe Vico

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