Sacar una chirigota es una carrera de fondo, mejor dicho,
una carrera de obstáculos donde hay que estar muy preparado para ir sorteando
cada una de las vallas, no caerse, y, si se tropieza, tener la fuerza y
voluntad de levantarse y continuar. Digo esto, porque cada grupo que participa
en el carnaval de nuestro pueblo se verá identificado, en mayor o menor medida,
con algunas de vivencias y/o experiencias que voy a intentar transmitiros a
continuación.
Arranca la carrera con ilusión y nerviosismo, todos estamos
en la línea de salida con fuerzas pero con la preocupación de que la meta queda
lejos y las piernas están frías. Pero ahí vamos, con toda la pista para
nosotros y con la alegría de una nueva competición. Pero amigo, ahí se ve la
primera valla: el tipo. ¿De qué vamos este año? ¿de qué podemos disfrazarnos que
no haya salido ya y que sea gracioso, cercano y, de aquí, de Huelma? Poner de
acuerdo a todos es complicado, muy complicado, pero es necesario llegar al
consenso para continuar corriendo y, además, manteniendo la ilusión que
teníamos en la salida. En ese momento, nos toca a los autores avanzar en la
carrera.
Al frente la segunda valla, esta es la mejor de todas: el
pasodoble de medida. Con lo frescos que venimos, la carrera está recién empezada,
este obstáculo es el que se afronta con más fuerza y ganas y el que se suele
pasar con mayor holgura. Detrás el grupo que viene apretando y nosotros
seguimos adelante. Miramos de reojo
atrás y vemos a Manolo que ya viene hacia nosotros, pisándonos los talones y
como una locomotora. La siguiente valla, la del escenario, la tiene que pasar
él primero. Si la salta, la saltamos todos. Si tropieza y la derriba, no tarda
ni medio segundo en ponerse en pie y retomar la marcha antes de que al resto
nos dé tiempo a reaccionar.
El tiempo corre y los obstáculos se nos vienen encima:
presentación, planteamiento en la
confección del disfraz, cuplés, estribillo,… todos los vamos pasando, con
fuerza, con alguna indecisión y con toda la energía del mundo. ¡Estamos en la
primera vuelta todavía! pero… amigo mío, el primer paso por el foso está ahí y
no podemos esquivarlo. El popurrí.
¡¡Cuántas veces hemos caído de bruces en el charco!! Menos mal que los
compañeros, lejos de aprovecharse de la situación, nos tienden la mano para
levantarnos. El foso es el foso, un muro que se levanta ante nosotros, y como no entres bien en la batida, sepas
tocar la valla con el pie adecuado y sepas caer al agua con el apoyo
óptimo, puedes dañarte tanto que estés fastidiado en todo lo que queda de
carrera.
Pero bueno, seguimos en pista con varias vueltas por
delante. El cansancio empieza a hacer mella en nosotros, pero el saberse cada
vez más cerca de la meta de febrero hace que toda fatiga se sintetice en adrenalina
carnavalera que nos da esa fuerza inexplicable que nos hace continuar.
Notas, trastes, punteos, percusión, voces, afinación, letras,
coreografías, tipo-tipo, escenario, detalles,… vallas, vallas y más vallas que
cada vez nos parecen más altas y, cómo no, el foso en cada vuelta. Esa pared que, paradójicamente, cuanto más
alta y dificultosa se presenta más placer da saltarla conforme avanza la
carrera.
Ultima vuelta. Haya como haya ido la carrera aquí toca
correr todo lo que se pueda y más. Se olvida el desgaste de los metros
recorridos y ya solo se piensa en la meta. Todos los que hemos participado
nivelamos fuerzas y compensamos posiciones (aunque haya alguno que todavía se
esté levantando del charco o reponiéndose de alguna valla derribada). Febrero
está al final de la pista y la meta, el clamor del estadio, bien compensa los
esfuerzos realizados. Es ahí, en el suelo, exhausto, sin aliento, escuchando
los aplausos cuando miras al cielo y piensas… ¡qué mérito tiene Sebas Martos!
Pepe Vico
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