¡Qué trabajico cuesta sacar una chirigota! Hacer algo que nadie te pide, que nadie te impone pero que mucha gente espera es una responsabilidad muy grande, más grande de lo que se pueda pensar.
Este mundillo al que muchos de nosotros nos asomamos hace ya unos años nos ha absorbido como un agujero negro y … a ver cómo salimos de esta espiral. El problema no es salir sino querer salir y, la verdad sea dicha, hoy por hoy no me veo yo en febrero comiendo relleno en mi casa y viendo “la copla” el sábado de concurso.
La verdad es que a quién se le cuente que doce tíos, viviendo cada uno en una punta de Andalucía y alguno más fuera de sus fronteras, se juntan semanalmente durante 4-5 meses para cantar durante dos horas el repertorio que dos de ellos elaboran después de “juntarse” una o dos veces por semana (vía teléfono por la distancia geográfica que los separa y una vez dejados debidamente acostados sus compromisos familiares); pensará que o les pisó una vaca cuando eran chiquitillos, o se están medicamentando, o algo por el estilo. No es normal, lo sabemos. Como tampoco es normal quedar a partir de las doce de la noche para hacer escenario o venir de la aceituna sin duchar (sí, has oído bien sin duchar, con lo que eso supone en un sótano sin apenas ventilación) para no perder ni un minuto de ensayo. Tampoco es normal que todo esto, que se hace sin ánimo de lucro, encima nos cueste así como unos 3000 € anuales entre pitos y flautas.
La única motivación no es otra que la de hacer que nuestro pueblo disfrute, disfrutar nosotros y, en ese disfrute mutuo, recoger el reconocimiento de un trabajo bien hecho. ¡Qué concepto más tonto y qué enrevesado lo hacen algunos! No hay más, esto es así de claro y de simple.
¿Qué nos gusta ganar? Pues como a todo el mundo. Mentiría si dijera que nos da igual lo que diga el jurado. Lo que siempre hemos perseguido es que el jurado sea justo, pero justo con todos. El público es soberano y el jurado debe hacer función de notario de lo que esa noche pasa sobre el escenario.
No quiero terminar esta reflexión sin manifestar mi más profunda satisfacción por la sabia nueva que este año va a entrar en el carnaval. Nuevas chirigotas con nuevos chirigoteros y otros no tan nuevos que, a buen seguro, aportarán ganas, saber estar y saber hacer sobre las tablas del auditorio y sobre el suelo de muchos bares. Saber que el carnaval hoy por hoy es lo único que no está en crisis en nuestro pueblo nos motiva, más si cabe, para seguir en este agujero negro que nos absorbió y del que, de momento, no queremos salir.
Este mundillo al que muchos de nosotros nos asomamos hace ya unos años nos ha absorbido como un agujero negro y … a ver cómo salimos de esta espiral. El problema no es salir sino querer salir y, la verdad sea dicha, hoy por hoy no me veo yo en febrero comiendo relleno en mi casa y viendo “la copla” el sábado de concurso.
La verdad es que a quién se le cuente que doce tíos, viviendo cada uno en una punta de Andalucía y alguno más fuera de sus fronteras, se juntan semanalmente durante 4-5 meses para cantar durante dos horas el repertorio que dos de ellos elaboran después de “juntarse” una o dos veces por semana (vía teléfono por la distancia geográfica que los separa y una vez dejados debidamente acostados sus compromisos familiares); pensará que o les pisó una vaca cuando eran chiquitillos, o se están medicamentando, o algo por el estilo. No es normal, lo sabemos. Como tampoco es normal quedar a partir de las doce de la noche para hacer escenario o venir de la aceituna sin duchar (sí, has oído bien sin duchar, con lo que eso supone en un sótano sin apenas ventilación) para no perder ni un minuto de ensayo. Tampoco es normal que todo esto, que se hace sin ánimo de lucro, encima nos cueste así como unos 3000 € anuales entre pitos y flautas.
La única motivación no es otra que la de hacer que nuestro pueblo disfrute, disfrutar nosotros y, en ese disfrute mutuo, recoger el reconocimiento de un trabajo bien hecho. ¡Qué concepto más tonto y qué enrevesado lo hacen algunos! No hay más, esto es así de claro y de simple.
¿Qué nos gusta ganar? Pues como a todo el mundo. Mentiría si dijera que nos da igual lo que diga el jurado. Lo que siempre hemos perseguido es que el jurado sea justo, pero justo con todos. El público es soberano y el jurado debe hacer función de notario de lo que esa noche pasa sobre el escenario.
No quiero terminar esta reflexión sin manifestar mi más profunda satisfacción por la sabia nueva que este año va a entrar en el carnaval. Nuevas chirigotas con nuevos chirigoteros y otros no tan nuevos que, a buen seguro, aportarán ganas, saber estar y saber hacer sobre las tablas del auditorio y sobre el suelo de muchos bares. Saber que el carnaval hoy por hoy es lo único que no está en crisis en nuestro pueblo nos motiva, más si cabe, para seguir en este agujero negro que nos absorbió y del que, de momento, no queremos salir.
Besitos para todos.
Pepe Vico.
1 comentario:
Aaaaaaaaaaamén!!!!!!!!!!!!
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